Plantear metas no está mal. Ser ambicioso realmente no es un problema. Exigirse a uno mismo, creo que está dentro de la mentalidad de cada uno. Pero desmotiva, desgarra y te mata cuando una y otra vez te ves estrellarte con un muro.

Como intentar romper el castillo más grande con una espada de cartón, o como si utilizaran piedras para derribar tu castillo de arena...

Muchos años en proyectos. Muchas horas, mucho esfuerzo, mucho sacrificio... y para qué? Para nada. Ir y venir de penas y alegrías. Sangrar y seguir luchando. Morir y seguir viviendo. Mantener la llama un poquito encendida aunque a veces le cayera agua.

Frustración, horas sin dormir, y volver a empezar. Una y otra vez. Y por qué? Porque tienes fe. Porque sabes que tarde o temprano tu oportunidad llegará. Lo vas a conseguir, vas a llegar...

Y si no? Y si realmente todo este tiempo, todo este sacrificio y toda esta espera no llega a ningún sitio? Aquí está el punto en el que debes mirar hacia atrás. Mirar y realmente pensar si disfrutaste el camino, o te obsesionaste tanto con la meta que no importaba todo lo que vivías.

Es muy fácil vivir en el futuro. Con la cabeza puesta en la imaginación del objetivo cumplido... pero no es tan fácil vivir el camino paso a paso, y lo más importante, disfrutarlo. Porque si un camino no se disfruta, si una meta no se llega a saborear por todo lo pasado anteriormente, realmente no habrá merecido la pena.

Lucha, juega, pelea, muere y revive, pero nunca te olvides de disfrutar.

En algún momento, a mi se me olvidó.

About this blog

Seguidores